martes, 29 de marzo de 2011

Bienaventurados los que trabajan por la paz...

"Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios..."

La paz es uno de los valores del reino de Dios, y los que la fomentan serán llamados hijos de Dios.

Es de considerar que nadie puede trabajar por la paz, si él mismo no vive en paz. El mundo considera que la paz es esencialmente ausencia de conflicto, es decir, cuando no hay guerra. Si fuera así, el cementerio sería el mejor ejemplo de perfecta paz. La paz es más bien armonía y tranquilidad en el corazón para con Dios y los semejantes. El saludo judío, shalom, significa “paz” y es la expresión de un deseo por las bendiciones de Dios sobre otra persona. Dios es conocido como el Dios de paz (Rom. 15:33; 1 Cor. 14:33); Jesús es el Príncipe de Paz (Isa. 9:6) y su venida al mundo significaba paz para los hombres de buena voluntad (Luc. 2:14). Jesús prometió su paz a los discípulos (Juan 14:27). El saludo paulino, gracia a vosotros, y paz (1 Cor. 1:3; Gál. 1:3), expresaba el deseo del Apóstol para todos los seguidores de Cristo. La paz es el fruto del Espíritu (Gál. 5:22). Dios toma la iniciativa para hacer la paz con los hombres: Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo (2 Cor. 5:19).

De ahí podemos concluir que para fomentar la paz en medio de este mundo de lleno de convulsión, primero necesitamos que Cristo nos llene de su paz.

En la vida cristiana debemos fomentar, promover y trabajar por la paz en nuestra sociedad. Pero no lo lograremos si primero Cristo no nos llena de su paz. El cristiano que no busque, ni promueva o trabaje por la paz en la sociedad, no ha comprendido su papel en la tierra. La paz se puede fomentar desde distintas áreas, la cuestión es hacerlo de una u otra forma.

La dicha y recompensa de los pacificadores es que serán reconocidos por lo que son, hijos de Dios, pues demuestran el carácter y misión de Dios. Su parentesco con Dios es visible.

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