Hoy, en nuestros devocionales diarios, despediremos las bienaventuranzas que Jesús mencionó en su hermoso Sermón del Monte, no sin antes reflexionar en torno a la última.
"Bienaventurados los perseguidos
por causa de la justicia,
porque el reino de los cielos
les pertenece.
Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes" (Mt 5:10-12).
Parecería que el mundo debiera felicitar a los discípulos por su aporte al bienestar social y moral de la humanidad. Sin embargo, durante gran parte de la historia del cristianismo ha sido todo lo contrario. Jesús advirtió a los discípulos del costo de seguirlo, parte del cual sería la persecución (Luc. 11:49; 21:12; Juan 15:20). Como su vida y enseñanzas chocaron con el sistema de valores de la humanidad y le crucificaron, los que se identifican con él, frecuentemente recibirán el mismo trato.
La paradoja es evidente y sorprendente. Jesús llama a los perseguidos dichosos, todo lo contrario a lo que normalmente se piensa. La razón para esta dicha es triple: (1) El reino pertenece a ellos, (2) tendrán una recompensa grande en los cielos y (3) forman parte de una gran compañía de profetas que fueron perseguidos. Por estas razones, el discípulo debe enfrentar la persecución con gozo y alegría (Hech. 5:41; 16:25). Gozaos y alegraos (v. 12) son imperativos del tiempo presente, indicando una acción continua, en todo momento.
Una cosa muy curiosa que no debemos dejar pasar por alto es: la persecución purifica la iglesia, fortalece el testimonio y produce un crecimiento numérico. Esta verdad ha sido confirmada desde el primer siglo hasta nuestros días.
Resumiendo: Si estamos comprometidos con el mensaje de Jesús, no esperemos que todo nos va a salir bien. El mensaje de Jesús contiene elementos que incomodan a los poderosos y eso los mueve a perseguir a los cristianos (comprometidos). Ese es el precio que se debe pagar por seguir a Jesús. ¡Vale la pena ser perseguidos y hasta morir por causa de reclamar y defender la justicia, pues al final, Dios nos promete que el reino nos pertenece! ¡Qué maravillosa promesa!
¡Venga tu reino Señor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario