miércoles, 30 de marzo de 2011

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia...

Hoy, en nuestros devocionales diarios, despediremos las bienaventuranzas que Jesús mencionó en su hermoso Sermón del Monte, no sin antes reflexionar en torno a la última.

"Bienaventurados los perseguidos
por causa de la justicia,
porque el reino de los cielos
les pertenece.
Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes" (Mt 5:10-12).

Parecería que el mundo debiera felicitar a los discípulos por su aporte al bienestar social y moral de la humanidad. Sin embargo, durante gran parte de la historia del cristianismo ha sido todo lo contrario. Jesús advirtió a los discípulos del costo de seguirlo, parte del cual sería la persecución (Luc. 11:49; 21:12; Juan 15:20). Como su vida y enseñanzas chocaron con el sistema de valores de la humanidad y le crucificaron, los que se identifican con él, frecuentemente recibirán el mismo trato.

La paradoja es evidente y sorprendente. Jesús llama a los perseguidos dichosos, todo lo contrario a lo que normalmente se piensa. La razón para esta dicha es triple: (1) El reino pertenece a ellos, (2) tendrán una recompensa grande en los cielos y (3) forman parte de una gran compañía de profetas que fueron perseguidos. Por estas razones, el discípulo debe enfrentar la persecución con gozo y alegría (Hech. 5:41; 16:25). Gozaos y alegraos (v. 12) son imperativos del tiempo presente, indicando una acción continua, en todo momento.

Una cosa muy curiosa que no debemos dejar pasar por alto es: la persecución purifica la iglesia, fortalece el testimonio y produce un crecimiento numérico. Esta verdad ha sido confirmada desde el primer siglo hasta nuestros días.

Resumiendo:  Si estamos comprometidos con el mensaje de Jesús, no esperemos que todo nos va a salir bien. El mensaje de Jesús contiene elementos que incomodan a los poderosos y eso los mueve a perseguir a los cristianos (comprometidos). Ese es el precio que se debe pagar por seguir a Jesús. ¡Vale la pena ser perseguidos y hasta morir por causa de reclamar y defender la justicia, pues al final, Dios nos promete que el reino nos pertenece! ¡Qué maravillosa promesa!

¡Venga tu reino Señor!

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