En nuestros devocionales diarios, comenzaremos a reflexionar en torno al decálogo dado por Dios mismo en el monte Sinaí a Moisés. Siendo el primero de los mandamientos: "No tengas dioses ajenos delante de mí..."
Es obvio que estamos en la dispensación de la gracia. La ley se cumplió en Cristo y no tenemos por qué seguirla observando. Sin embargo, los valores morales que estaban detrás de cada mandamiento aun siguen teniendo vigencia para el tiempo actual.
Para el caso del primer mandamiento: "No tengas dioses ajenos delante de mí...", es necesario que veamos el contexto en que fue dicho por Dios.
Israel recién había sido librado por el brazo poderoso de Dios. La cultura egipcia era politeísta, por lo que el entorno en que había vivido Israel por más de 400 años, era incitador a cobijarse bajo cualquier deidad inventada de los egipcios. A parte de eso, Israel se dirigía a conquistar la tierra prometida, misma que adoraba una infinidad de dioses. Entonces, si Israel estaba expuesto e influenciado por todas partes a dejar al Dios verdadero, para ir en pos de uno cananeo o egipcio, es lógico que el Señor les haya dado como primero de los diez, el mandamiento de: "No tener dioses ajenos delante de él..."
Para Israel, como también para los demás pueblos, aferrarse a un dios significaba tenerlo a él como su prioridad y a quién debían rendirle además de su adoración, la vida y los bienes.
Nosotros como creyentes vivimos en una situación similar. No porque estemos rodeados e influenciados por una cultura politeísta (al menos en América), sino porque fácilmente podemos cambiar de prioridades ante las cosas y ocupaciones en las que estamos involucrados.
Nuestra prioridad debería ser el Señor por sobre todas las cosas y ocupaciones. No el trabajo, porque al final es Dios quien nos da la fuerza. No el estudio, porque en el fondo es Dios quien nos ha bendecido con sabiduría. No la obra de Dios, pues al final es Dios quien importa más que la obra.
¡Que el Señor nos ayude a priorizar!., pues de lo contrario, haremos nuestro señor al trabajo, al estudio y a la obra. Abandonando así al Dios que nos ama y nos estima en gran manera.
Casi puedo escuchar a Dios diciéndonos hoy: Hijos, me están haciendo a un lado. Sus multiples ocupaciones los están alejando de mí. Vuelvan a mí y yo me encargaré de seguir dándoles fuerzas y sabiduría para que sigan adelante. Les amo. Temo que estando lejos de mí, estén débiles y Satanás aproveche su debilidad para destruir sus vidas.
¡Que el Señor sea siempre nuestra prioridad!
que buen tema...
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