El segundo de los diez mandamientos que hoy veremos en nuestros devocionales diarios es: "No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el SEÑOR tu Dios, soy un Dios celoso".
Desde antes del tiempo del Éxodo, la gente ha representado a sus deidades imaginarias a través de muñecos hechos a base de madera, metal y otros materiales, con el propósito de dirigir su devoción hacia algo físico. Pero el problema con nuestro verdadero Dios es que no hay cosa o imágen que pueda semejarse a él, por eso manda que no hagamos imágenes para adorarlo.
Es más, el mandamiento va más allá. La idolatría también tiene que ver con la excesiva admiración que le tenemos a las personas.
Una forma de idolatría es admirar demasiado a un pastor. No es pecado admirarlo, pero si eso se hace excesivo, sí lo es. Ellos no son perfectos y también cometen pecados. Por eso si los admiramos demasiado, con gran probabilidad quedaremos decepcionados al final.
Nuestros ojos deben estar puestos en Jesús. De lo contrario quedaremos frustrados por los malos ejemplos que nos pueden dar las personalidades a quienes idolatramos. Y el problema no radica solamente en que nos desilucionaremos, sino también que incurriremos en el pecado de fijar nuestra vista en el humano y no en Jesús.
¡Que el señor nos ayude siempre a tener puesta nuestra vista solamente en Él!
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