miércoles, 20 de julio de 2011

¿Todo nos ayuda a bien?

Contrario a lo que muchos creen, no todo lo que nos pasa nos ayuda a bien. Solo aquello que nos moldea de tal manera que terminemos pareciéndonos más a Cristo.

Cuando un cristiano o cristiana se encuentra en el umbral de la desesperación por causa de las situaciones difíciles que le han llegado a su vida, frecuentemente se le consuela con Romanos 8:28 "Y sabemos que los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados".

La intención no es mala, el problema es que ese versículo no está hablando de "TODAS LAS COSAS QUE PASAN AYUDAN A BIEN", sino de aquellas que tienen que ver con el propósito de Dios en la vida de los y las creyentes.

Si interpretamos esas palabras de la forma tradicional, tendríamos que aceptar que Dios es el autor de muchos fracasos a los que nos vemos sometidos. Cuando en realidad, muchos de los desaciertos en la vida, no son obra de Dios, sino consecuencias de nuestros pecados. Por eso, aunque suene fatalista, no todo nos ayuda a bien.

El pecado de nuestro pasado nos pasa factura y nos hace pagar las consecuencias en el presente, aun cuando ya hemos recibido a Cristo. Y esas cosas dolorosas, producto de nuestro pecado, no nos ayudan a bien, sino solo a pagar las deudas que adquirimos en la vida licenciosa del ayer.

Lo que sí nos ayuda a bien, es todo aquello que nos hará parecernos más a Cristo. Todas aquellas situaciones, que aunque dolorosas, nos ayuden a ser más semejantes al Señor, son las que sí nos ayudan a bien, y a eso se refiere el pasaje de Romanos.

Por otro lado, no hay que desestimar el hecho de que Dios también puede tomar las consecuencias de nuestro pecado, para ayudarnos a parecernos más a su Hijo Jesucristo.

Así que ánimo, lo que te pasa, aunque doloroso, es para que al final te parezcas más a Cristo y seas un reflejo de su amor a las personas que te rodean. Ése es el propósito de Dios, revelarse a las personas con las que interactúas a través del reflejo de él en ti.

Una buena pregunta para reflexionar sería: ¿Cuánto te pareces a Cristo?

Si no te pareces mucho, debo advertirte que pasarás por un largo proceso. Pero no te desánimes, al final todo eso valdrá la pena porque tu corazón será un vivo reflejo del amor de Dios, y llegará el momento en que te dirán como a Pedro: "Éste hasta habla como Jesús".

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