jueves, 17 de noviembre de 2011

Nadie me quería en el equipo de fútbol...

Recuerdo mis días de estudiante del quinto grado, nadie me quería en su equipo de fútbol. Los recreos para mí eran aburridos porque me la pasaba sentado en las gradas de la cancha. A ninguno de mis compañeros le resultaba agradable incluirme en su equipo, pues yo era de esos que se paraban en la pelota y resbalaba, y siempre me quitaban fácilmente el balón. Si me ponían de portero era un colador de goles. Si me dejaban de delantero le pegaba al esférico con dirección a cualquier lugar, menos a la meta. Y si algún día estuve orgulloso de meter dos goles, fue porque los hice a mi mismo equipo.

Me gané los apodos de "inválido y niño funter", pues sinceramente fui un fracaso en el fútbol. Y eso me marcó por algunos años. Me sentí así: "Inválido", que era un bueno para nada. Mi infancia la viví frustada pensando que solo servía de "Aguatero", ese que asiste y lleva agua a los jugadores de verdad, a los muchachos hábiles en el deporte. Pensé que ese era mi rol en la vida, concluí que por más que me esforzara nunca iba a tener la talla de un buen jugador de fútbol. Es más, confieso que mi padre al ver que no era bueno en el fútbol, me puso a practicar Karate para ver si en eso era bueno. Pero solo confirmó que definitivamente no nací para ser un deportista, pues en los combates siempre resulté perdedor, pero con la ganancia de un par de golpes bien puestos en mi rostro.

Es probable que tú también hayas sentido frustación porque nunca te eligieron en el equipo de fútbol, o tú eras "la gorda", "el dientudo", "el cuatro ojos"... sin duda esas cosas marcan nuestra autoestima de una manera negativa y hace que vayamos creciendo con complejos y pensamos que somos buenos para nada. Pero regalame un poquito de tu atención en las próximas líneas y prometo regalarte secretos para superar estas cosas que nos amargaron la vida.

Lo primero que pasó en mi vida para darme cuenta que yo no era un fracasado, fue que el señor Jesús me habló diciéndo: "Para mí eres importante y te invito para que vengas a jugar en mi equipo". Con esas palabras comprendí que Jesús me amaba y que él sí creía en mí. Desde entonces, le entregué mi corazón y él me ha hecho un tipo feliz.

Confieso que nunca aprendí a jugar fútbol, pero a donde sea que llego las personas terminan apreciandome muchísimo como lo hacen con las grandes estrellas del soccer. Y lo hacen porque a donde sea que voy, el favor de Dios está conmigo. Cuando oro por las personas, los milagros son reales; cuando les comparto la palabra en un culto juvenil, Dios habla a su corazón; a veces encuentro algunos comentarios de personas que han sido edificadas con lo que escribí en mis blogs... y todo esto para la gloria de Dios y conste que no lo digo para vanagloria, sino para animarte a que le entregues tu corazón al señor y así veas que él te hará una persona feliz. Entregar el corazón no significa ir a la iglesia y dar los diezmos, es más que eso, es convertirse en un amigo de Jesús y no en un religioso más.

Lo segundo que me hizo saber que no estaba destinado al fracaso, fue comprender para qué vine al mundo. Me estoy especializando en eso, pues para eso soy bueno. Descúbre en qué eres bueno, y en eso enfoca tus energías y recursos.

A veces pienso que soy el tipo más feliz sobre la faz de la tierra, pues nada me falta y a donde sea que voy, el bien y la misericordia de Dios me persiguen. ¡Ojo! No es que yo ande detrás del bien y la misericordia, es exáctamente al contrario, ellas me persiguen a mí. (Sal 23).

No eres un fracaso, ánimo, Dios también te está llamando a su equipo. Juega para él, y serás feliz.
Ezequiel Barrera

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