En nuestros devocionales diarios, comenzaremos a reflexionar en las bienaventurazas que el señor Jesús mencionó en un sermón llamado: "El Sermón del Monte", registrado por el evangelista Mateo. Siendo la primera de esas bienaventuranzas:"Bienaventurados los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece" (Mt 5:3).
Antes de centrarnos en la primera bienaventuranza, hay que considerar, de manera escueta, algunas cosas introductorias.
Las consideraciones giran entorno a su número, su naturaleza y su nombre. Algunos se debaten por determinar si son siete, ocho o diez bienaventuranzas. Para efectos de nuestros devocionales, no nos meteremos en ese debate, pues no es un blog de conclusiones teológicas, sino de reflexiones para nuestro diario vivir. Su naturaleza es mesiánica, es decir, se refieren una y otra vez a las promesas mesiánicas del AT. Constituyen una ética de gracia, basada en la misericordia de Dios, en vez de una ética de obediencia. Y respecto a su nombre, la palabra griega es: Makários (Bienaventuranza en español) que significa: Dichoso o feliz.
Ahora sí, la primera Bienaventuranza reza así: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece". Es importante no concluir en que la pobreza que Jesús está mencionando es material. Siendo sinceros, la pobreza no trae bendición y es mentira aquella aseveración de la teología de la liberación que dice: "Solo en los pobres está la salvación".
La pobreza a la que Jesús se está refiriendo es a la del espíritu. Los pobres en espíritu son los humildes de corazón, que no se sienten autosuficientes, al contrario se aferran a Jesucristo, sabiendo que él es la única fuente de seguridad y felicidad.
Se dice que la humildad es la primera letra del alfabeto cristiano.
La razón o causa de su dicha es que el reino de los cielos ya les pertenece. Ellos tienen motivo de sentirse dichosos. Cristo mismo los considera dueños y participantes del reino. El reino es una realidad presente para ellos ya que el reino se compone de los que se someten al gobierno de Dios y le obedecen, de los que oran así: "... venga tu reino, sea hecha tu voluntad..."
Resumiendo: Si queremos que nos pertenezca el reino, debemos ser pobres en espíritu. Es decir, humildes, dependiendo única y exclusivamente de Jesús y no de nuestras habilidades, conocimientos o fuerzas.
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