"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de Justicia, porque serán saciados".
Esta Bienaventuranza menciona dos aspectos imprescindibles para la vida. El hambre y la sed. Jesús los utiliza para dar a entender cuán aguda debe ser nuestra necesidad por la Justicia.
Tener hambre y sed por la justicia está enfocado en dos aspectos. El primero sería la sed por la justicia personal, el ser y hacer lo que es recto según las normas de Dios. La segunda tiene que ver con buscar extender el reino de Dios entre las personas en el aquí y ahora, siendo la justicia uno de los valores del reino de Dios que debemos promover.
La sed por la justicia personal consiste en hacer lo correcto por amor a Dios aunque nos cueste y a veces no sintamos deseos de hacerlo. Si intentamos con todas nuestras fuerzas hacer lo correcto, Dios mismo vendrá y nos saciará de justicia personal. Es decir, entre más hagamos lo justo, más sed tendremos de seguir siendo justos. Porque lo justo produce un ferviente deseo de seguirlo haciendo. Por eso, Dios promete que si tenemos sed y hambre por la justicia personal y la practicamos, él nos ayudará a seguirla practicando. Y no hay que olvidar que todo acto justo para honrar a Dios, siempre traerá consecuencias positivas.
El hambre por buscar extender el reino de Dios entre las personas que nos rodean, promoviendo la justicia social y ejecutándola en bien de todos, traerá como consecuencia el cumplimiento de la promesa escondida en esta bienaventuranza. Dios manifestará su justicia completamente en la vida personal y en las personas que nos rodean. De manera parcial por ahora, pero perfecta en la vida futura.
Resumiendo: No hay cosa más ideal que tener hambre y sed de justicia en la vida personal. También debemos anhelar y procurar que haya justicia entre los que nos rodean. Lo que debe caracterizarnos es el hambre y la sed de justicia.
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