El elemento que nunca debe faltar en cada una de nuestras oraciones es: "Perdónanos".
Todos los días, a todas horas y en mil maneras le fallamos al Señor, por ello es indispensable pedir perdón en cada oración que hacemos. El salmista decía en sus oraciones: perdóname hasta de los pecados que me son ocultos (es decir, aquellos que sin darme cuenta cometí).
Así somos, pecadores hasta lo sumo. Pecamos por hábito, placer y hasta por descuido. Pecamos hasta el cansancio. A veces, siendo por naturaleza tan pecadores, pecamos hasta sin darnos cuenta.
Dios vive ofendido por nuestra pecaminosidad. Por eso, debemos pedirle perdón. Pero no por rutina o simplemente diciendo: "Padre perdona todos mis pecados, en Jesús, amén" ¡No!
Si vamos a pedirle perdón, tenemos que tener en mente dos cosas. La primera tiene que ver con los pecados que hemos cometido. Es decir, debemos reconocer todos y cada uno de nuestros pecados. Pedir perdón no es cuestión de un protocolo a seguir en la oración, es más que eso, es enumerar y mencionarle uno por uno los pecados cometidos. De esa manera nos daremos cuenta cuán graves han sido nuestras acciones y nos arrepentiremos de corazón. Hay que orar más o menos así: "Padre perdóname por haber criticado sin tener bases sólidas para hacerlo, perdóname porque codicié en mi corazón a una mujer, perdóname por los pensamientos que tuve a raíz de codiciar a esa mujer, perdóname por haber participado en la plática obsena que tenían mis compañeros y por todos aquellos pecados que cometí sin darme cuenta..."
Estar concientes de haber perdonado a aquellos que nos han ofendido, es la segunda cosa que debemos tener en mente en el momento de pedir perdón. De esa manera tendremos la moral para presentarnos ante Dios y pedirle perdón por nuestras ofensas.
Acuñando estas reflexiones en tornó al quinto elemento en la oración modelo, oraremos mejor. Y orando mejor, tendremos resultados mejores.
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