"No pronuncies el nombre del SEÑOR tu Dios a la ligera. Yo, el SEÑOR, no tendré por inocente a quien se atreva a pronunciar mi nombre a la ligera".
Este mandamiento prohibe utilizar el nombre de Dios sin razón alguna, en vano, ya sea como fórmula mágica o con algún fin perverso, como engañar, defraudar o jurar en falso.
A la luz de este mandamiento podemos reflexionar en una cantidad inmensa de enseñanzas, pero hoy centraremos nuestra atención solamente en dos de ellas.
La primera tiene ver con los falsos profetas que se han levantado últimamente. Ellos hacen creer que hablan en nombre de Dios y afirman tener su palabra. Con sus grandes "supuestas" revelaciones, atraen a las masas de gente que sedientas de palabra caen en el fraude de estos engañadores.
La mayoría de las personas que asisten a la iglesia hoy en día, están mal educadas pues a todo le dicen: "amén", aceptando todo lo que un predicador dice. Pero nosotros no debemos ser así, y debido a que los falsos maestros abundan, no hay pecado en examinarlo todo antes de decir amén.
La segunda enseñanza que podemos aprender es acerca de tener cuidado a la hora de pronunciar ligeramente el nombre de Dios, pues eso trae consecuencias. Él dijo: "No tendré por inocente al culpable".
Usar ligeramente el nombre de Dios es jurar en su nombre para salir librados de un aprieto ante otra persona que no nos cree. Ponerlo a él como testigo de algo, es una ofensa, puesto que él espera que los demás nos vean como personas responsables, creíbles y dignos de confianza.
En el nuevo testamento, Jesús habla sobre el tema del juramento, y él es muy enfático en decir: "No juren...". El Señor espera que nosotros nunca juremos en su nombre y así nos evitemos ponerlo en vergüenza por causa de nuestros actos. Y si lo hacemos, tengamos por seguro que el Señor cuida su reputación y no dará por inocente al que lo ponga en mal.
Resumiendo: No a todo le digamos amén, pues hay muchos falsos maestros que engañan a la gente diciéndo que hablan en nombre de Dios. Tampoco comprometamos la reputación del Señor jurado en su nombre, ya que nos podemos equivocar sobre lo que juramos y de esa manera ponerlo en mal a él.
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